Excrementos, vómitos y restos fosilizados de alimentos en el intestino constituyen pistas clave para entender la espectacular ascensión de los dinosaurios hasta la supremacía en el reino animal, hace más de 200 millones de años, según un estudio publicado este miércoles.
Se sabe mucho sobre la existencia y extinción de los dinosaurios hace 66 millones de años, pero “sabemos muy poco sobre su ascenso”, una auténtica conquista mundial que ocurrió en unos treinta millones de años, señala el paleontólogo Martin Qvarnström, de la Universidad de Uppsala en Suecia, y autor principal del estudio publicado en Nature.
El equipo de investigadores, dirigido por el paleontólogo Grzegorz Niedzwiedzki, también de Uppsala, revisó exhaustivamente más de 500 bromalitas, es decir los restos fosilizados de lo que los dinosaurios de esa zona digerían, vomitaban y excretaban.
Al identificar el contenido de estas bromalitas y vincularlo con sus productores, los investigadores “pueden empezar a conectar quién comía a quién o qué”, explica Qvarnström. Esto permite mostrar “cómo cambió el rol ecológico de los dinosaurios a lo largo del tiempo”.
Los coprolitos, es decir, excrementos fosilizados, fueron analizados con técnicas avanzadas como la microtomografía de sincrotrón, que reveló escarabajos casi intactos, vértebras o dientes de peces, fragmentos de plantas y huesos triturados.
Cruzando estos datos con los de la paleontología y la evolución del clima y la flora, los investigadores han creado un modelo que explica la progresiva dominación de los dinosaurios.
– “Precursores” –
El análisis muestra cómo el diámetro y la longitud promedio de las bromalitas de vertebrados en la región de la actual Polonia se triplicaron en un lapso de 30 millones de años. Durante este período, que abarca desde finales del Triásico hasta principios del Jurásico, el tamaño de los propietarios de estas bromalitas también creció.
Los “precursores” de la línea de los dinosaurios, los silesaurus, eran “bastante pequeños”, con apenas un metro de altura hasta el cuello y un peso máximo de 15 kilos.
Sin embargo, mientras que los animales dominantes de la época, los dicinodontos, unos cuadrúpedos que pesaban varias toneladas, se alimentaban exclusivamente de coníferas, los silesaurus tenían una gran ventaja: eran omnívoros.
“Estudiando sus heces, vemos que comían todo tipo de cosas: muchos insectos, peces y plantas”, relata Qvarnström.
Gracias a esta dieta variada, estos animales pudieron adaptarse rápidamente a cambios ambientales radicales, como el episodio pluvial del Carniense.
Este evento, que trajo humedad, provocó una gran diversificación de la flora, lo que resultó difícil para los grandes herbívoros de la época, incapaces de ajustarse a los nuevos recursos alimenticios.
Los silesaurus y, más tarde, los dinosaurios herbívoros de cuello largo —antecesores de los diplodocus—, aprovecharon estas nuevas plantas, creciendo en tamaño y estimulando a su vez el desarrollo de los terópodos, dinosaurios bípedos y carnívoros.
Al inicio del Jurásico, el paisaje estaba dominado por grandes herbívoros e imponentes carnívoros.
– “Un poco de suerte” –
“Los dinosaurios tuvieron un poco de suerte, pero también estaban muy bien adaptados a este entorno cambiante”, resume Qvarnström, cuya investigación evita tomar partido en el debate sobre las razones de la supremacía de los dinosaurios.
Por un lado, están quienes abogan por la “exclusión competitiva”, lo que implica que los dinosaurios tenían ventajas anatómicas y fisiológicas.
Por otro, están los defensores del “reemplazo oportunista”, quienes creen que los dinosaurios aprovecharon la desaparición de otros grupos, explica el profesor de paleontología Lawrence H. Tanner, de la universidad de Le Moyne, en un artículo complementario al estudio.
El equipo de Uppsala sugiere que una combinación de ambas hipótesis permitió el reinado de los dinosaurios, con cambios ambientales coincidiendo con una adaptación dietética.
Esta investigación debe considerarse un “punto de partida para futuros estudios”, según Tanner.
Aunque emplea una “metodología particularmente creativa” y utiliza una notable gama de técnicas avanzadas, su alcance se limita a la Cuenca polaca, que en aquel entonces formaba parte del supercontinente Pangea.
Qvarnström es consciente de estas limitaciones y espera que el “modelo construido en una región pueda ser válido para otras”, especialmente en el sur de Pangea, donde aparecieron los primeros dinosaurios verdaderos.